A Lima la llaman “La Gris”, más allá de la parte gris inherente a una
gran ciudad. Es que en Lima no se ven las nubes, ni el sol, ni el cielo, ya que
está dentro de una nube. Por lo tanto el mar también parece gris, algunas
caras, el cemento y la llovizna casi constante. Los edificios, las luces, los
árboles, las rejas y el pasto.
Llegamos de mañanita, como a varios de nuestros destinos. Las
reminiscencias a nuestro lejano Buenos Aires no se hicieron esperar. Tráfico
incesante, carteles luminosos, publicidad masiva, gente corriendo, precios más
caros que en el interior… pero lo que si llamaba la atención era la orquesta de
bocinas; cada cual parecía sonar con el malhumor de quien la accionaba; y más
sorprendente aún que esté tan metido en la cultura este mal y desesperante
hábito.
Bajamos del bus, subimos a un taxi, directo a Pueblo Libre, ahí cerca
de la plaza donde hay un tren y un helicóptero. El mismo barrio donde años
atrás nos juntaríamos por primera vez la “Tribu del Mono”. Y llegamos a la casa
de Christian y Paty, nuevamente, gracias a la música. Dos años antes de nuestra
llegada a Lima, Chris (padre argentino, madre peruana), quien ya residía en
Lima, se encuentra con Tierra, el primer disco de Juli, a través de Andrés,
melómano de mas de 15.000 vinilos, con gran relación con la música argentina.
Se enamoró del disco a primera vista, o a primera escucha. Entonces cuando él estaba
grabando uno de sus tantísimos discos, le pide a Juli que le grabe unos coros y
se los mande por mail… así es como empieza esta historia, o al menos yo quiero
que comience así. Obviamente (lo de obvio lo digo después, ya habiendo conocido
a Chris) cuando él se enteró que íbamos rumbo norte, nos invitó a pasar por su
casa en Lima; nuestra llegada coincidía con el festival ChePerú, del cual
participamos con las canciones de Juli, y tantos varios encuentros más.
Chris nos recibió con un café, una sonrisa, un abrazo y un pucho en la
boca, “qué bueno que les guste el café chicos!”. Almorzamos milanesas de pollo
y macarrones con queso, escuchamos el master de su nuevo disco solista (ahora
ya editado) al que Juli se sumo con unos coros (en “Cuerpo y Alma” de Eduardo
Mateo), y tomamos más café (ahí se puede escuchar http://christianvanlackeylafauna.bandcamp.com/).
La buena onda fue automática. A pesar de la recientísima muerte del
papá de Paty los chicos nos abrieron las puertas de su casa y su corazón sin
dudarlo un instante. Era como si nos conociéramos de siempre. Gracias!
Estuvimos alrededor de un mes y la convivencia fue extraordinaria. Un solo
ambiente, claro que bien grande. Nuestro “cuarto” delimitado por un biombo y
una columna. No solo techo nos dieron, sino amigos, familia, amor, comida,
hasta una clase de yoga con Paty!! Nos metieron en la Lima profunda, como en
esa Buenos Aires que cualquiera de nosotros vive. Definitivamente ya no éramos
ni viajeros por allí!
La casa solía ser la farmacia de la mamá de Paty de toda la vida, el
piso blanco y negro, la pileta de la cocina gigante, estanterías, algunos
frascos viejos todavía, los vidrios amarillentos, la persiana de lata negra a
lo largo de todo el frente de la casa, los tubos fluorescentes, y nuevamente el
ruido de la calle... Muchos discos, revistas y libros de rock (argentino
sobretodo) de los 60 y 70, algunos cuadros, dos pufs, una guitarra de cuerdas
de nylon sin cuerdas, otra con cuerdas, una mesa de vidrio redonda con sus
sillas alrededor, algunos equipos de música antiguos, y otros no tanto que
todavía funcionaban. Y un cuartito donde Chris acababa de mudar su estudio,
ocasión ideal para registrar las nuevas composiciones que nos traíamos entre
manos. Así que ya el mismo día de la llegada cuadramos que grabaríamos un nuevo
disco de la Caravana, sonaba a locura, pero así es como se hacen las cosas. Ahí
un link de la locura http://caravanacantante.bandcamp.com/track/fuego-de-mi-fuego.
Así fue que empezamos a convocar músicos amigos de Chris para darnos
una mano. El primero en asomar fue Jairo, el esposo de su mamá. Venezolano con
acento y todo, multinstrumentista nos dio una mano con percusiones varias
(cajón, maracas, cucharas e ideas) y cuatro venezolano. Pero sobretodo nos
brindó su amor paternal, nos trajo comidita, chocolates, y hasta ropa! Un nuevo
papá en el camino. También participó Magalí, con un instrumento vietnamita
bastante raro y cello. A ella la escuchamos cantar nuestra segunda noche en una
galería de Miraflores. Esa noche también pasó por allí Esteban, un gran amigo,
un hermano a quien encontré en cada uno de mis pasos por el Perú; la primera
vez en mi primer paso por Arin.
Sergio vino con su contrabajo una noche y antes de que la cena
estuviera lista ya había grabado tres canciones. Y el primer domingo limeño nos
visitó Richi, a quien había conocido en la selva años atrás, y grabó un
quenacho en otra canción. Para completar el sonido caravanero y la locura en la
que nos embarcamos necesitábamos la colaboración de unos bandidos amigos, así
que nuestro amigo Carreras nos grabó y envió desde Buenos Aires unas violas,
unas flautas de Pablón, y por su parte Mark grabó los mejores bajos que
podíamos esperar para las canciones que se lo pedimos. El resto Chris, Juli y
yo. Y finalmente Chris se encargó de mezcla y master. Un hermoso proceso con su
consecuente resultado. 5 canciones de la Caravana, una da Juli, una mía y una
de Chris.
Nuestro primer fin de semana fuimos a festejar el día del niño a una
zona sumamente marginal llamada Pamplona. Miguel Ángel, otro loco que conocí en
mi paso anterior por Lima, nos convocó para el evento. Además de hacer nuestros
juegos y canciones para más de 200 niños, ayudamos sirviendo chocolate y torta
y pintando las caras de los chicos. Más adelante intentamos ir a algunas
escuelas y jardines en Lima, lamentablemente la paranoia reinante no permitió
siquiera que en las escuelas nos hicieran pasar para al menos escuchar nuestra
propuesta. Siempre excusas como vengan más tarde, ahora la directora está en
reunión, o simplemente aquí ya tenemos profesor de música… una pena.
Christian nos sumergió y empapó en una parte de la escena actual de la
música limeña. Por un lado compartimos cenas y paseos con músicos más
legendarios de allí, y por otro lado con algunos de nuestra generación. El
festival ChePerú fue el primer encuentro de músicos argentinos y peruanos,
llevado adelante básicamente por Florencia de Peperina Producciones con el
empuje de Chris. Fue una noche muy amena y divertida, complementada por los
encuentros previos con los músicos y bandas participantes. Rafo Raez, Magali
Luque, Christian Van Lacke, Claudia Puyó, Julieta Rimoldi, entre otros. A lo
largo de nuestra estadía conversamos mucho con periodistas, músicos y “fanáticos”
de música argentina (de hace más de 30 años), y algunas preguntas como “Ahora
que Spinetta no está y Cerati sigue en coma ¿que rumbo toma el rock argentino?”
o comentarios como “me encanta la música de tu país Pescado, Sui, Charly,
Manal” me hace pensar que hay cierto retraso en la llegada de algunas cosas.
Hay muchísimo más hoy en día en Argentina que los nombres mencionados más
arriba, incluso pensar que Claudia Puyó es un referente de la música actual (y
nada tengo contra Claudia, todo lo contrario, gran carisma y corazón amigable
del rock) creo que es errado, ya que no tiene mucho que ver con cantautores y
bandas actuales de mi país. Y desde que internet es la herramienta que es, ya
no hay excusas para no averiguar qué está pasando. En fin, ese es tan solo mi
punto de vista…
Tocamos varias veces en varios lados más allá de nuestro recorrido dominical
de sombrero. Además del festival tocamos en La Milonga en Chorrillos, en un
ciclo de música y poesía La Papa Cósmica; e hicimos un ciclo en la acogedora
Emolientería, los domingos. La Emolientería es un pequeño barcito en el barrio
de Miraflores en donde sirven emoliente, esa bebida típica de la sierra con el
toque de glamour de la capital. Solo que aquí también lo sirven piteado (con un
poco de alcohol). La última fecha fue una hermosa despedida. La mayoría de los
amigos que hicimos o reencontramos en Lima aparecieron esa noche allí Caro y
Yamil, Miguel, Ces, Quique, Esteban, Pochi, Jairo, Magali, y todos los que no
recuerdo. Para completar la sección laboral, cada domingo al mediodía hemos
salido por Pueblo Libre a recorrer distintos restaurantes donde tocar. Hemos
sacado buenas partidas, generalmente en un restaurant colombiano donde
aprovechábamos para tocar “Acompáñala” de Toto & La Momposina.
Como siempre en cada lugar el encuentro humano es lo que más rico hace
a un viaje. Caro y Yamil son dos personas muy lindas. Caro es artista plástica restauradora
con raíces nómadas y una audaz y atrevida conductora, y su amigo Yamil, cantante
y guitarrista, impecable en su presencia, un Elvis limeño!! Fuimos a su casa
algunas veces, unas a cenar, otras tan solo a pasar el tiempo con ellos y sus
perros, el Negro, un pirata callejero de vida, canoso y buenazo, y Thai, una
pitbull amante de los hombres, posando su cabeza en un regazo masculino,
siempre que tuviera la oportunidad. Incluso Caro nos convocó para hacer de extras en un comercial, trabajo en buen momento!! Doña Rosa, la mamá de Paty fue nuestra
abuela en Lima, nos cocinó champú algunas veces (especie de compota cremosa con
piña, granos de maíz, y sus secretos condimentos), nos invitó algún almuerzo de
domingo, y en la semana nos llamó por teléfono alguna vez para ir a buscar la comida
para los cuatro a su casa.
Una tarde fuimos de paseo a Pachacamac, invitación por cuenta de
Walito, un amigo de Chris. Fuimos varios de los músicos que participaríamos en
el festival. Parece ser que se trata de un lugar sagrado, que viene de tiempos preincaicos.
Obviamente el imperio Inca cuando llegó por allí se apropio del lugar y sus
riquezas. Era un punto donde muchos hacían sus ofrendas a los dioses, y donde
quedaban almacenadas. Paseamos por la ruinas, subimos, bajamos, Juli y yo
meditamos y por último almorzamos. Sinceramente no me deslumbraron las ruinas,
un poco la historia. Pero cuando se escucha a un limeño hablar del lugar suena
mucho más increíble. Debe tener que ver con ese orgullo que se encuentra en
cada rincón peruano. Son gente muy nacionalista, su historia, sus ruinas, su
comida, sus culturas ancestrales… Me imagino que debe pasar en más lugares, y
no creo que esté mal, aunque no estoy de acuerdo. Luego de viajar y conocer
culturas, lugares e historia creo que el orgullo de un país debería ir más
allá, ya que eso muchas veces refuerza las fronteras y por lo tanto divide. Solamente
otro punto de vista.
Pero nuestro paso por Lima fue tan importante para que el viaje tomara
no otro rumbo, pero casi. Nos encontramos en el camino con nuestra combi
Volkswagen de 1985 color azul claro abajo y techo crema. En un arrojo casi de
locura y coincidencias la encontramos un viernes, el sábado volví con un
mecánico a verla y el martes concertamos la compraventa. Así que a partir de
este día había una nueva actividad en nuestra vida limeña: acondicionamiento de
nuestra nueva casita. Visitamos varios mecánicos, hicimos frenos y dirección
completamente nuevos, cortinas (primero de sacos plásticos y luego de tela),
sacamos los asientos, conseguimos un colchón a un cachinero (vendedor de
trastos) que encontramos en la puerta de la casa, reparamos la cassettera y por
lo tanto compramos cassettes y hasta conseguimos el adaptador para enchufar el
mp3, la lavamos, conseguimos un matafuegos y nos pusimos muy felices de
tenerla.
Y así pues, con casa incluida, nuestra Caracola Rosinanta, es que nos
dispusimos a continuar nuestro viaje. Claro que con el tiempo nos dimos cuenta
que cuando compras un carro, sobretodo viejo, es bueno conocerlo y darle
algunos kilómetros de recorrido en el lugar para ver cómo está… pero bueno, no teníamos
el tiempo para ello. Más carretera nos esperaba, se nos había vencido el tiempo
de estadía en Perú, y sobretodo teníamos muchas aventuras por encontrar y escuelas
por visitar, ahora con movilidad propia podíamos entrar y frenar en cualquier
lado que quisiéramos.
Entonces luego de un mes en Lima salimos hacia el Norte, una vez más. Nos
despedimos entre besos, abrazos y hasta lágrimas de nuestros amigos Paty y
Chris, y claro que nada nos alcanzaba para corresponder a todo lo que nos
dieron, así que en representación de todo eso les regalamos una linda planta
con una flor blanca. Todo listo? Ok, a la ruta. Apenas saliendo de Lima, pero
apenitas nada más, nos para la policía porque no teníamos las luces prendidas
en carretera, lo que nos correspondía una multa bien elevada; afortunadamente
el oficial que nos atendió tenía hijos, por lo que un CD de nuestra música
infantil hizo que podamos seguir en paz y sin deudas. Hicimos nuestra primera
noche en Casma, un pueblo de pescadores. Cenamos por lo tanto un arroz con pescado
y nos fuimos a dormir al lado del mar. Al
otro día nos despertamos con la charla de los pescadores esperando a comenzar
su día de trabajo, y cantando mi cumpleaños. Una seño nos regaló un pedazo de
torta, lo acompañamos con un café y un mate de coca, y continuamos carrera
rumbo a Trujillo.
Llegamos a la ciudad alrededor de las tres de la tarde. Así como
llegamos seguimos camino a Huanchaco, una ciudad balnearia que queda como a 20
minutos de Trujillo. Llegamos, bajamos a la playa descalzos para sentir la
arena y mojar nuestras patitas en el mar. En nuestra última fecha de Lima en la
Emolientería, Pochi, un amigo músico, nos recomendó a Román, para que nos ayude
en nuestra estadía trujillana. Así fue que lo contactamos. Román nos dio no
sólo una mano, sino dos para poder desarrollar alguna de nuestras actividades
en su ciudad. Esa misma noche nos encontramos y recorrimos medio Trujillo.
Llegó la noche y volvimos a pasarla a Huanchaco, para amanecer el cumple de
Juli frente al mar. Luego de buscar por la ciudad, lo que más encontramos
fueron amigos y más gente entrañable. Jahmu, cuidado y prolijo percusionista
que nos acompaño en la filmación de algunos videos que hicimos para un programa
de TV de una universidad, y nos dio una gran mano llevándonos a una escuela
donde hicimos taller con los niños, un espectáculo y un taller para maestros de
nuestra manera de trabajar. Jorge Luis, mejor conocido como “el chinín”, de
bastante años menos que nosotros pero un gran artista, con muchísimo para dar.
A cargo de las cámaras en el programa de TV que mencioné, y cabeza y creador de
Escarabajo Sesiones (http://www.facebook.com/EscarabajoSesiones).
Fue difícil cobrar bien por nuestra música. Afortunadamente nos encontramos con
El Celler de Cler, que luego de una ardua charla nos abrió sus puertas. Manuel
y Cler sus dueños fueron muy amables. Tocamos allí y cenamos cada vez que lo
hicimos. Es un restaurant bien paquete (o ficho como dicen por Perú), que huele
a madera de la selva, de donde viene Cler, con su característico flequillo y
cara achinada. En Perú hay muchos mercados de ropa y lo que sea usado. Y
Trujillo no es la excepción, compramos alrededor de 12 prendas por 10 soles,
algo como 4 dólares, regalado todo. Compramos sacos de lana, pantalones, un
chaleco, vestiditos para Juli, una remera… Hacía poco más de tres años con la Tribu
del Mono habíamos pasado por allí también, en esa ocasión recuerdo haberme
comprado dos pantalones y una chaqueta liviana, Nelo ahí compro a dos maniquíes
(de la cintura para arriba) con los que armamos una pareja de tango!! De ida y
vuelta entre Trujillo y Huanchaco pasó como una semana. Nuestras últimas dos
noches en Huanchaco las pasamos con un conjunto de combis, eramos cuatro en
total, estacionadas frente al mar. La sorpresa fue cuando una tarde estamos
llegando allí mismo y vemos una combi que nos es familiar; efectivamente Ludo
Zobeida Namaste y Samadhi, y Caro Marco Duña y Shanti, los ocho viajando en la
Sumaq Allpa también llegaban por allí. Fue una gran alegría el encuentro,
abrazos, anécdotas y charlas siguieron.
Así que luego de un afinamiento de motor, cambio de empaquetaduras,
para seguir acondicionando la Caracola, seguimos camino rumbo Ecuador. Solo que
llegando a Pacasmayo la camioneta se quedó, pues los carbones del alternador se
acabaron. Así que Juli se fue con la batería hasta el pueblo en un camión a
cargarla. Volvió como un ahora después en un mototaxi. Así llegamos al taller
de Alex. Se hizo tarde así que nos quedamos a dormir allí mismo, entre
herramientas, ruido de motos y humildad. Teníamos que ir a buscar algo de
comida pero ya era tarde y el lugar no era recomendable para caminar de noche;
así que hablando de esto con un hombre mayor, dueño anterior del taller y
maestro de Alex, nos dijo que esperemos. Llegó a la media hora con su esposa e
hija con una jarra llena de avena y unos panes, como regalo para cenar, GRACIAS!
A la mañana siguiente fuimos a una escuelita del pueblo y para el mediodía ya estábamos
de nuevo en carretera.
Cruzamos un largo desierto entre Chiclayo y Piura, tomando Coca Cola y
picchando hojas de coca, para mantener la atención en la infinita línea gris.
Para el final de la recta ya había caído el sol y la luna asomaba con todo su
esplendor, tanto que hice la prueba y
por unos segundos apagué las luces y conducimos bajo el plateado reflejo de su
luz. Antes de llegar a la ciudad de Piura (ya habíamos hecho poco mas de 1000
km desde Lima) encontramos un restaurant y solo eso. Estacionamos, pedimos un
arroz con huevo y plátano para compartir y a descansar para seguir la mañana
siguiente. Nos despertamos con el amanecer y la frescura de esa hora. Pedimos
agua caliente para el mate, unos pancitos y a carretear nuevamente. Pasamos por
asentamientos humanos, los niños iban a la escuela caminando, en burro, en
grupo, de la mano, por el costado del camino. Empezaban a asomar algunos
arbustos verdes luego de la extensa gama de marrones y grises que habíamos
visto el día anterior. La fisonomía de la gente también cambiaba, en
concordancia con el paisaje. Luego de Piura llegamos a Sullana, y allí donde
casi todos doblan a la izquierda, para continuar por la playa, nosotros
doblamos hacia la derecha para entrar a Ecuador por la sierra. A partir de allí
el camino empezó a subir levemente. Antes de llegar a la frontera frenamos a
comer unas empanadas de queso y un jugo de mango helado, el calor ya hacía
varias horas que era fuerte.
Mi recuerdo de la frontera en la costa no era el mejor, así que fue
otro factor para cruzar por la sierra. Además era el camino más corto para
llegar a Vilcabamba, lugar al que ya dos veces había dejado “para la próxima”.
Esta vez tenía que ser. Llegamos a la frontera. Pagamos un dólar por cada día
que nos pasamos en Perú. Gracias y hasta la próxima.
Luego de recapitular sobre el tiempo pasado, aventuras y vivencias, y
lo escrito en el blog, pienso que la calidad de gente que uno encuentra es lo
que hace la calidad de tu viaje. El lugar más lindo e increíble puede ser
opacado por la no tan buena onda de la gente, y el lugar más común con gente
increíble pueden hacer del momento el mejor de todos los lugares! Hace poco leí
que lo uno da es lo que recibe, así más que preocuparse en lo que recibe uno
debe prestar atención en lo que da. Creo que con todo lo bueno que recibimos
estamos dando por buen camino.