lunes, 14 de enero de 2013

PUEBLO LIBRE - Lima, Trujillo


A Lima la llaman “La Gris”, más allá de la parte gris inherente a una gran ciudad. Es que en Lima no se ven las nubes, ni el sol, ni el cielo, ya que está dentro de una nube. Por lo tanto el mar también parece gris, algunas caras, el cemento y la llovizna casi constante. Los edificios, las luces, los árboles, las rejas y el pasto.
Llegamos de mañanita, como a varios de nuestros destinos. Las reminiscencias a nuestro lejano Buenos Aires no se hicieron esperar. Tráfico incesante, carteles luminosos, publicidad masiva, gente corriendo, precios más caros que en el interior… pero lo que si llamaba la atención era la orquesta de bocinas; cada cual parecía sonar con el malhumor de quien la accionaba; y más sorprendente aún que esté tan metido en la cultura este mal y desesperante hábito.

Bajamos del bus, subimos a un taxi, directo a Pueblo Libre, ahí cerca de la plaza donde hay un tren y un helicóptero. El mismo barrio donde años atrás nos juntaríamos por primera vez la “Tribu del Mono”. Y llegamos a la casa de Christian y Paty, nuevamente, gracias a la música. Dos años antes de nuestra llegada a Lima, Chris (padre argentino, madre peruana), quien ya residía en Lima, se encuentra con Tierra, el primer disco de Juli, a través de Andrés, melómano de mas de 15.000 vinilos, con gran relación con la música argentina. Se enamoró del disco a primera vista, o a primera escucha. Entonces cuando él estaba grabando uno de sus tantísimos discos, le pide a Juli que le grabe unos coros y se los mande por mail… así es como empieza esta historia, o al menos yo quiero que comience así. Obviamente (lo de obvio lo digo después, ya habiendo conocido a Chris) cuando él se enteró que íbamos rumbo norte, nos invitó a pasar por su casa en Lima; nuestra llegada coincidía con el festival ChePerú, del cual participamos con las canciones de Juli, y tantos varios encuentros más.
Chris nos recibió con un café, una sonrisa, un abrazo y un pucho en la boca, “qué bueno que les guste el café chicos!”. Almorzamos milanesas de pollo y macarrones con queso, escuchamos el master de su nuevo disco solista (ahora ya editado) al que Juli se sumo con unos coros (en “Cuerpo y Alma” de Eduardo Mateo), y tomamos más café (ahí se puede escuchar http://christianvanlackeylafauna.bandcamp.com/).
La buena onda fue automática. A pesar de la recientísima muerte del papá de Paty los chicos nos abrieron las puertas de su casa y su corazón sin dudarlo un instante. Era como si nos conociéramos de siempre. Gracias! Estuvimos alrededor de un mes y la convivencia fue extraordinaria. Un solo ambiente, claro que bien grande. Nuestro “cuarto” delimitado por un biombo y una columna. No solo techo nos dieron, sino amigos, familia, amor, comida, hasta una clase de yoga con Paty!! Nos metieron en la Lima profunda, como en esa Buenos Aires que cualquiera de nosotros vive. Definitivamente ya no éramos ni viajeros por allí!

La casa solía ser la farmacia de la mamá de Paty de toda la vida, el piso blanco y negro, la pileta de la cocina gigante, estanterías, algunos frascos viejos todavía, los vidrios amarillentos, la persiana de lata negra a lo largo de todo el frente de la casa, los tubos fluorescentes, y nuevamente el ruido de la calle... Muchos discos, revistas y libros de rock (argentino sobretodo) de los 60 y 70, algunos cuadros, dos pufs, una guitarra de cuerdas de nylon sin cuerdas, otra con cuerdas, una mesa de vidrio redonda con sus sillas alrededor, algunos equipos de música antiguos, y otros no tanto que todavía funcionaban. Y un cuartito donde Chris acababa de mudar su estudio, ocasión ideal para registrar las nuevas composiciones que nos traíamos entre manos. Así que ya el mismo día de la llegada cuadramos que grabaríamos un nuevo disco de la Caravana, sonaba a locura, pero así es como se hacen las cosas. Ahí un link de la locura http://caravanacantante.bandcamp.com/track/fuego-de-mi-fuego.

Así fue que empezamos a convocar músicos amigos de Chris para darnos una mano. El primero en asomar fue Jairo, el esposo de su mamá. Venezolano con acento y todo, multinstrumentista nos dio una mano con percusiones varias (cajón, maracas, cucharas e ideas) y cuatro venezolano. Pero sobretodo nos brindó su amor paternal, nos trajo comidita, chocolates, y hasta ropa! Un nuevo papá en el camino. También participó Magalí, con un instrumento vietnamita bastante raro y cello. A ella la escuchamos cantar nuestra segunda noche en una galería de Miraflores. Esa noche también pasó por allí Esteban, un gran amigo, un hermano a quien encontré en cada uno de mis pasos por el Perú; la primera vez en mi primer paso por Arin.
Sergio vino con su contrabajo una noche y antes de que la cena estuviera lista ya había grabado tres canciones. Y el primer domingo limeño nos visitó Richi, a quien había conocido en la selva años atrás, y grabó un quenacho en otra canción. Para completar el sonido caravanero y la locura en la que nos embarcamos necesitábamos la colaboración de unos bandidos amigos, así que nuestro amigo Carreras nos grabó y envió desde Buenos Aires unas violas, unas flautas de Pablón, y por su parte Mark grabó los mejores bajos que podíamos esperar para las canciones que se lo pedimos. El resto Chris, Juli y yo. Y finalmente Chris se encargó de mezcla y master. Un hermoso proceso con su consecuente resultado. 5 canciones de la Caravana, una da Juli, una mía y una de Chris.

Nuestro primer fin de semana fuimos a festejar el día del niño a una zona sumamente marginal llamada Pamplona. Miguel Ángel, otro loco que conocí en mi paso anterior por Lima, nos convocó para el evento. Además de hacer nuestros juegos y canciones para más de 200 niños, ayudamos sirviendo chocolate y torta y pintando las caras de los chicos. Más adelante intentamos ir a algunas escuelas y jardines en Lima, lamentablemente la paranoia reinante no permitió siquiera que en las escuelas nos hicieran pasar para al menos escuchar nuestra propuesta. Siempre excusas como vengan más tarde, ahora la directora está en reunión, o simplemente aquí ya tenemos profesor de música… una pena.

Christian nos sumergió y empapó en una parte de la escena actual de la música limeña. Por un lado compartimos cenas y paseos con músicos más legendarios de allí, y por otro lado con algunos de nuestra generación. El festival ChePerú fue el primer encuentro de músicos argentinos y peruanos, llevado adelante básicamente por Florencia de Peperina Producciones con el empuje de Chris. Fue una noche muy amena y divertida, complementada por los encuentros previos con los músicos y bandas participantes. Rafo Raez, Magali Luque, Christian Van Lacke, Claudia Puyó, Julieta Rimoldi, entre otros. A lo largo de nuestra estadía conversamos mucho con periodistas, músicos y “fanáticos” de música argentina (de hace más de 30 años), y algunas preguntas como “Ahora que Spinetta no está y Cerati sigue en coma ¿que rumbo toma el rock argentino?” o comentarios como “me encanta la música de tu país Pescado, Sui, Charly, Manal” me hace pensar que hay cierto retraso en la llegada de algunas cosas. Hay muchísimo más hoy en día en Argentina que los nombres mencionados más arriba, incluso pensar que Claudia Puyó es un referente de la música actual (y nada tengo contra Claudia, todo lo contrario, gran carisma y corazón amigable del rock) creo que es errado, ya que no tiene mucho que ver con cantautores y bandas actuales de mi país. Y desde que internet es la herramienta que es, ya no hay excusas para no averiguar qué está pasando. En fin, ese es tan solo mi punto de vista…

Tocamos varias veces en varios lados más allá de nuestro recorrido dominical de sombrero. Además del festival tocamos en La Milonga en Chorrillos, en un ciclo de música y poesía La Papa Cósmica; e hicimos un ciclo en la acogedora Emolientería, los domingos. La Emolientería es un pequeño barcito en el barrio de Miraflores en donde sirven emoliente, esa bebida típica de la sierra con el toque de glamour de la capital. Solo que aquí también lo sirven piteado (con un poco de alcohol). La última fecha fue una hermosa despedida. La mayoría de los amigos que hicimos o reencontramos en Lima aparecieron esa noche allí Caro y Yamil, Miguel, Ces, Quique, Esteban, Pochi, Jairo, Magali, y todos los que no recuerdo. Para completar la sección laboral, cada domingo al mediodía hemos salido por Pueblo Libre a recorrer distintos restaurantes donde tocar. Hemos sacado buenas partidas, generalmente en un restaurant colombiano donde aprovechábamos para tocar “Acompáñala” de Toto & La Momposina.

Como siempre en cada lugar el encuentro humano es lo que más rico hace a un viaje. Caro y Yamil son dos personas muy lindas. Caro es artista plástica restauradora con raíces nómadas y una audaz y atrevida conductora, y su amigo Yamil, cantante y guitarrista, impecable en su presencia, un Elvis limeño!! Fuimos a su casa algunas veces, unas a cenar, otras tan solo a pasar el tiempo con ellos y sus perros, el Negro, un pirata callejero de vida, canoso y buenazo, y Thai, una pitbull amante de los hombres, posando su cabeza en un regazo masculino, siempre que tuviera la oportunidad. Incluso Caro nos convocó para hacer de extras en un comercial, trabajo en buen momento!! Doña Rosa, la mamá de Paty fue nuestra abuela en Lima, nos cocinó champú algunas veces (especie de compota cremosa con piña, granos de maíz, y sus secretos condimentos), nos invitó algún almuerzo de domingo, y en la semana nos llamó por teléfono alguna vez para ir a buscar la comida para los cuatro a su casa.

Una tarde fuimos de paseo a Pachacamac, invitación por cuenta de Walito, un amigo de Chris. Fuimos varios de los músicos que participaríamos en el festival. Parece ser que se trata de un lugar sagrado, que viene de tiempos preincaicos. Obviamente el imperio Inca cuando llegó por allí se apropio del lugar y sus riquezas. Era un punto donde muchos hacían sus ofrendas a los dioses, y donde quedaban almacenadas. Paseamos por la ruinas, subimos, bajamos, Juli y yo meditamos y por último almorzamos. Sinceramente no me deslumbraron las ruinas, un poco la historia. Pero cuando se escucha a un limeño hablar del lugar suena mucho más increíble. Debe tener que ver con ese orgullo que se encuentra en cada rincón peruano. Son gente muy nacionalista, su historia, sus ruinas, su comida, sus culturas ancestrales… Me imagino que debe pasar en más lugares, y no creo que esté mal, aunque no estoy de acuerdo. Luego de viajar y conocer culturas, lugares e historia creo que el orgullo de un país debería ir más allá, ya que eso muchas veces refuerza las fronteras y por lo tanto divide. Solamente otro punto de vista.

Pero nuestro paso por Lima fue tan importante para que el viaje tomara no otro rumbo, pero casi. Nos encontramos en el camino con nuestra combi Volkswagen de 1985 color azul claro abajo y techo crema. En un arrojo casi de locura y coincidencias la encontramos un viernes, el sábado volví con un mecánico a verla y el martes concertamos la compraventa. Así que a partir de este día había una nueva actividad en nuestra vida limeña: acondicionamiento de nuestra nueva casita. Visitamos varios mecánicos, hicimos frenos y dirección completamente nuevos, cortinas (primero de sacos plásticos y luego de tela), sacamos los asientos, conseguimos un colchón a un cachinero (vendedor de trastos) que encontramos en la puerta de la casa, reparamos la cassettera y por lo tanto compramos cassettes y hasta conseguimos el adaptador para enchufar el mp3, la lavamos, conseguimos un matafuegos y nos pusimos muy felices de tenerla.

Y así pues, con casa incluida, nuestra Caracola Rosinanta, es que nos dispusimos a continuar nuestro viaje. Claro que con el tiempo nos dimos cuenta que cuando compras un carro, sobretodo viejo, es bueno conocerlo y darle algunos kilómetros de recorrido en el lugar para ver cómo está… pero bueno, no teníamos el tiempo para ello. Más carretera nos esperaba, se nos había vencido el tiempo de estadía en Perú, y sobretodo teníamos muchas aventuras por encontrar y escuelas por visitar, ahora con movilidad propia podíamos entrar y frenar en cualquier lado que quisiéramos.


Entonces luego de un mes en Lima salimos hacia el Norte, una vez más. Nos despedimos entre besos, abrazos y hasta lágrimas de nuestros amigos Paty y Chris, y claro que nada nos alcanzaba para corresponder a todo lo que nos dieron, así que en representación de todo eso les regalamos una linda planta con una flor blanca. Todo listo? Ok, a la ruta. Apenas saliendo de Lima, pero apenitas nada más, nos para la policía porque no teníamos las luces prendidas en carretera, lo que nos correspondía una multa bien elevada; afortunadamente el oficial que nos atendió tenía hijos, por lo que un CD de nuestra música infantil hizo que podamos seguir en paz y sin deudas. Hicimos nuestra primera noche en Casma, un pueblo de pescadores. Cenamos por lo tanto un arroz con pescado y nos fuimos a dormir al lado del mar.  Al otro día nos despertamos con la charla de los pescadores esperando a comenzar su día de trabajo, y cantando mi cumpleaños. Una seño nos regaló un pedazo de torta, lo acompañamos con un café y un mate de coca, y continuamos carrera rumbo a Trujillo.

Llegamos a la ciudad alrededor de las tres de la tarde. Así como llegamos seguimos camino a Huanchaco, una ciudad balnearia que queda como a 20 minutos de Trujillo. Llegamos, bajamos a la playa descalzos para sentir la arena y mojar nuestras patitas en el mar. En nuestra última fecha de Lima en la Emolientería, Pochi, un amigo músico, nos recomendó a Román, para que nos ayude en nuestra estadía trujillana. Así fue que lo contactamos. Román nos dio no sólo una mano, sino dos para poder desarrollar alguna de nuestras actividades en su ciudad. Esa misma noche nos encontramos y recorrimos medio Trujillo. Llegó la noche y volvimos a pasarla a Huanchaco, para amanecer el cumple de Juli frente al mar. Luego de buscar por la ciudad, lo que más encontramos fueron amigos y más gente entrañable. Jahmu, cuidado y prolijo percusionista que nos acompaño en la filmación de algunos videos que hicimos para un programa de TV de una universidad, y nos dio una gran mano llevándonos a una escuela donde hicimos taller con los niños, un espectáculo y un taller para maestros de nuestra manera de trabajar. Jorge Luis, mejor conocido como “el chinín”, de bastante años menos que nosotros pero un gran artista, con muchísimo para dar. A cargo de las cámaras en el programa de TV que mencioné, y cabeza y creador de Escarabajo Sesiones (http://www.facebook.com/EscarabajoSesiones). Fue difícil cobrar bien por nuestra música. Afortunadamente nos encontramos con El Celler de Cler, que luego de una ardua charla nos abrió sus puertas. Manuel y Cler sus dueños fueron muy amables. Tocamos allí y cenamos cada vez que lo hicimos. Es un restaurant bien paquete (o ficho como dicen por Perú), que huele a madera de la selva, de donde viene Cler, con su característico flequillo y cara achinada. En Perú hay muchos mercados de ropa y lo que sea usado. Y Trujillo no es la excepción, compramos alrededor de 12 prendas por 10 soles, algo como 4 dólares, regalado todo. Compramos sacos de lana, pantalones, un chaleco, vestiditos para Juli, una remera… Hacía poco más de tres años con la Tribu del Mono habíamos pasado por allí también, en esa ocasión recuerdo haberme comprado dos pantalones y una chaqueta liviana, Nelo ahí compro a dos maniquíes (de la cintura para arriba) con los que armamos una pareja de tango!! De ida y vuelta entre Trujillo y Huanchaco pasó como una semana. Nuestras últimas dos noches en Huanchaco las pasamos con un conjunto de combis, eramos cuatro en total, estacionadas frente al mar. La sorpresa fue cuando una tarde estamos llegando allí mismo y vemos una combi que nos es familiar; efectivamente Ludo Zobeida Namaste y Samadhi, y Caro Marco Duña y Shanti, los ocho viajando en la Sumaq Allpa también llegaban por allí. Fue una gran alegría el encuentro, abrazos, anécdotas y charlas siguieron.

Así que luego de un afinamiento de motor, cambio de empaquetaduras, para seguir acondicionando la Caracola, seguimos camino rumbo Ecuador. Solo que llegando a Pacasmayo la camioneta se quedó, pues los carbones del alternador se acabaron. Así que Juli se fue con la batería hasta el pueblo en un camión a cargarla. Volvió como un ahora después en un mototaxi. Así llegamos al taller de Alex. Se hizo tarde así que nos quedamos a dormir allí mismo, entre herramientas, ruido de motos y humildad. Teníamos que ir a buscar algo de comida pero ya era tarde y el lugar no era recomendable para caminar de noche; así que hablando de esto con un hombre mayor, dueño anterior del taller y maestro de Alex, nos dijo que esperemos. Llegó a la media hora con su esposa e hija con una jarra llena de avena y unos panes, como regalo para cenar, GRACIAS! A la mañana siguiente fuimos a una escuelita del pueblo y para el mediodía ya estábamos de nuevo en carretera.

Cruzamos un largo desierto entre Chiclayo y Piura, tomando Coca Cola y picchando hojas de coca, para mantener la atención en la infinita línea gris. Para el final de la recta ya había caído el sol y la luna asomaba con todo su esplendor, tanto que hice la prueba  y por unos segundos apagué las luces y conducimos bajo el plateado reflejo de su luz. Antes de llegar a la ciudad de Piura (ya habíamos hecho poco mas de 1000 km desde Lima) encontramos un restaurant y solo eso. Estacionamos, pedimos un arroz con huevo y plátano para compartir y a descansar para seguir la mañana siguiente. Nos despertamos con el amanecer y la frescura de esa hora. Pedimos agua caliente para el mate, unos pancitos y a carretear nuevamente. Pasamos por asentamientos humanos, los niños iban a la escuela caminando, en burro, en grupo, de la mano, por el costado del camino. Empezaban a asomar algunos arbustos verdes luego de la extensa gama de marrones y grises que habíamos visto el día anterior. La fisonomía de la gente también cambiaba, en concordancia con el paisaje. Luego de Piura llegamos a Sullana, y allí donde casi todos doblan a la izquierda, para continuar por la playa, nosotros doblamos hacia la derecha para entrar a Ecuador por la sierra. A partir de allí el camino empezó a subir levemente. Antes de llegar a la frontera frenamos a comer unas empanadas de queso y un jugo de mango helado, el calor ya hacía varias horas que era fuerte.

Mi recuerdo de la frontera en la costa no era el mejor, así que fue otro factor para cruzar por la sierra. Además era el camino más corto para llegar a Vilcabamba, lugar al que ya dos veces había dejado “para la próxima”. Esta vez tenía que ser. Llegamos a la frontera. Pagamos un dólar por cada día que nos pasamos en Perú. Gracias y hasta la próxima.

Luego de recapitular sobre el tiempo pasado, aventuras y vivencias, y lo escrito en el blog, pienso que la calidad de gente que uno encuentra es lo que hace la calidad de tu viaje. El lugar más lindo e increíble puede ser opacado por la no tan buena onda de la gente, y el lugar más común con gente increíble pueden hacer del momento el mejor de todos los lugares! Hace poco leí que lo uno da es lo que recibe, así más que preocuparse en lo que recibe uno debe prestar atención en lo que da. Creo que con todo lo bueno que recibimos estamos dando por buen camino.

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