jueves, 7 de junio de 2012

BIENVENIDOS AL TREN


BIENVENIDOS AL TREN – Comienzo + Humahuaca




30 DE Marzo, 10 AM. Estamos llegando a Retiro para tomar el tren hacia Tucumán. Hoy las mochilas pesan el doble de lo que pesarán en un mes. La falta de costumbre de cargar un peso no cotidiano.
Nos acompañan padre, madre y hermano Giotta. En la terminal nos esperan abuela Ita y hermano Seba. Todo pasa muy rápido porque el tren ya sale. De pronto estamos sentados, clase turista. Olor a milanesa y frituras, niños jugando, suciedad volando, cumbia sonando. Le digo a Lucas “sólo faltan las gallinas y estamos completos”.
Después de 26 horas llegamos doblados a Tucumán. De ahí partimos a San Salvador de Jujuy, con una espera de tres horas. Alli nos cruzamos con Tomás, hippie viajero que nos cantó algunas de sus canciones. Ya se volvía un poco triste porque le habían robado la guitarra. No estaba de buenas, se lo sentía.
Llegamos a San Salvador por la noche, mala impresión. La terminal rodeada de borrachos y suciedad, la desolación de la noche. Pienso, toda terminal es un lugar de paso, fronterizo, están quienes llegan y quienes siguen; y están los que allí se quedaron, deambulando entre la salida y la entrada de su propia vida. Primeras impresiones de la noche.
Ahí mismo partimos hacia Humahuaca. Llegamos de madrugada. Mucho frío. Un séquito de perros nos rodean apenas bajamos del micro, buscando cariño o comida, y uno en especial lloraba y se trepaba a nosotros como pidiendo rescate.
Caminamos en la noche de Humahuaca hasta un camping que Lucas recordaba. Las calles vacías, empedrados y casas de barro a nuestro alrededor nos abrazaron hasta llegar al lugar, donde parecía no haber nadie; así que pusimos la carpa y a dormir.
A la mañana siguiente nos despertó el sol radiante de la Quebrada, los perros y los niños. Salimos en busca de encuentros. Y así llegamos hasta Tantakuy, por medio del dato de un amigo. Conocimos a Juan Cruz y a su hermana Soledad, estaba preparando el cumpleaños de la hija de ella que cumplía cinco años. Entonces se nos ocurrió ofrecerles cantar unas canciones para niños. Aceptaron agradecidos. Así lo hicimos, la respuesta de los niños fue inmediata y gratificante. Charlando de nuestro pryecto de intercambio de música infantil nos presentaron a otra Soledad, maestra de música de una escuela. Quedamos en ir el martes por la mañana.
Caminando por las calles y hablando con gente llegamos a la casa de Nelly, una mamita que alquilaba cuartos o bien te dejaba poner la carpa en su patio. Era muy barato así que decidimos mudarnos a su casa. Al principio de mostraba desconfiada de todo, pero logramos acercarnos una vez que fuimos a tocar al mercado pasando el gorro por frutas y verduras, entonces hicimos un gran guiso y la invitamos a comer. Nos sentamos con ella, nos contó un poco de su vida, y al día siguiente ella fue quien nos invito a almorzar. No quería que nos fuéramos pero para nosotros no había mucho más para hacer. Los bares estaban vacíos, no podíamos generar dinero, así que nos quedamos hasta el martes para ir a la escuela donde hicimos nuestro primer registro e intercambio. Los niños nos recibieron con un amor que no esperábamos, cantaron coplas a viva voz y otras canciones que no conocíamos.
Partimos esa misma tarde con el corazón lleno de abrazos de los niños y la tímida sonrisa de Nelly, con sus pocos dientes; una sonrisa auténtica sin belleza de propaganda de dentífrico, una sonrisa real.

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